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Versos desde la fragilidad en «Los poemas del incurable», de Ildefonso Manuel Gil

by Redacción

Por Emely M. Domínguez

Ildelfonso Manuel Gil (Fuente externa).

Siempre me ha llamado la atención cómo la vida de un autor influye tanto en su obra; cómo sus poemas, cuentos y novelas muestran la realidad que no se atreve a contarle a nadie. Solo aquellos que reconocen el verdadero dolor y sufrimiento pueden simpatizar con Ildefonso Manuel Gil, un hombre que durante la Guerra Civil en España no encontró un refugio que no fuese más acogedor y seguro, que su pluma y una libreta para expresar esos versos desde la fragilidad.

Ildefonso Manuel Gil nació en Zaragoza, España, en el año 1912. Y desarrolló desde muy temprana edad y bajo la buena influencia de sus padres, su gran admiración por las letras y la cultura. Hizo una licenciatura en Filosofía y Letras, esto unido a su entorno familiar que valoraba la cultura fue el primer paso hacia un camino que lo guio como poeta, traductor y ensayista. Más tarde, en Madrid cuando ya había obtenido la edad correspondiente entró en contacto con otros pensadores y literatos. Es interesante lo mucho que podemos obtener tras indagar un poco en la vida de este autor para que de este modo podamos entender sus obras y esta en especifico. Según la Real Academia de la Historia (n.d.), durante la Segunda República, Gil se convirtió en catedrático de instituto y fue un ferviente defensor de la cultura y de los valores democráticos de los ciudadanos. Esta postura marcó su destino durante la Guerra Civil.

Cuando estalló la guerra en 1936, Gil se posicionó del lado republicano y, tras la victoria del bando franquista en 1939, fue represaliado por el régimen: perdió su cátedra, fue inhabilitado profesionalmente y sufrió una larga etapa de marginación social y profesional, aunque no salió al exilio exterior como otros intelectuales (Real Academia de la Historia, n.d.). Esta situación provocó lo que se ha llamado su exilio interior. Y por esta misma razón es que me atrevo a decir que Gil plasma aquella triste, solitaria y sufrida perspectiva en esta obra donde a través de una poesía contenida de tono melancólico y filosófico, construye una voz poética que enfrenta el dolor existencial desde la introspección, aquel lugar donde todos hemos tenido que ir a parar de vez en cuando y solo para confirmar que nuestro dolor no es ajeno a la realidad de los hechos.

Decir que en más de una ocasión pude simpatizar con el autor sería una gran mentira, porque me adueñé de este poema y aunque yo nunca estuve presente en una guerra ni mucho menos he sido ‘exiliada’, reconozco que en más de una ocasión me he visto en una batalla incansable con mis propios sentimientos. Porque no existe cosa que desgaste más el alma que verse solo con sus propios pensamientos. En lugar de la protesta o el grito, Gil escogió la introspección como vía para explorar su herida interior, porque resulta muy intrigante que muchas veces en el silencio podemos encontrar esas respuestas a preguntas o situaciones que nublaban nuestro buen juicio.

Como un grato ejemplo de esto, en 1947 surge desde un periodo de censura, represión y derrota moral tras la Guerra Civil Española: ¨Poemas del Incurable¨. Este libro se propone reunir una serie de poemas que dan voz a la fragilidad del ser humano frente al dolor, la pérdida y el silencio forzado. Lejos de la retórica heroica, Gil nos ofrece un lenguaje sereno, donde cada palabra logra resonar hasta lo más íntimo de nuestros pensamientos. Desbordando tristeza, melancolía y un sufrir como ningún otro pero detrás de todo el dolor se encuentra un vestigio de esperanza. A continuación me gustaría que analicemos los versos que muestran esa fragilidad del ser humano así también como la fortaleza que existe en su interior:

He mirado mi sombra detenida, / y en su quietud dolía / lo que el cuerpo callaba” (Gil, 1947, p. 18).

Este fragmento muestra cómo el dolor se instala en el silencio del cuerpo, en la quietud, en lo que no se puede decir abiertamente. La sombra, es la representación de lo reprimido o silenciado, que se convierte en un espejo del alma frágil. Es un sentimiento que todos hemos experimentado alguna vez; la tristeza que nos invade cuando por fuera quisiéramos gritar y en cambio, en nuestro cuerpo se manifiesta eso que callamos.

Por otro lado, frente a lo que pudiera ser el estruendo de la propaganda o la épica revolucionaria, la poesía de Gil se sostiene en la fragilidad del lenguaje que utiliza con la sabia elección de un tono contenido:

No me quedan palabras enteras. / Solo trozos de voz / con los que intento nombrar / lo que ya no está” (Gil, 1947, p. 23).

En esta imagen se refuerza la idea de un lenguaje quebrado, insuficiente, pero aun así necesario. El autor no pretende construir discursos totales ni bien elaborados con palabras rebuscadas, sino versos que nacen desde la grieta, desde la conciencia de su limitación, desde la fragilidad que lleva cada ser humano en su interior cuando su realidad es interrumpida por un suceso que claramente deja estragos y expresamos ese quiebre con las herramientas que tenemos a mano. Esta renuncia al artificio es una forma de sinceridad radical: la fragilidad no se oculta, se asume como parte del acto poético. Al principio mencionamos que Gil vivió lo que se conoce como exilio interior: no abandonó España tras la Guerra Civil, pero fue apartado de la vida académica y cultural.

Lo que provoca que dicha experiencia sea reflejada en el tono introspectivo del libro, donde el dolor no se grita, sino que se reconoce como un compañero silencioso:

Aprendí a convivir con la herida, / a darle techo, / a no pedirle que se fuera” (Gil, 1947, p. 31).

Lejos de buscar la superación del sufrimiento, el autor habla de aceptarlo, incluso de cuidarlo, como si formara parte de su identidad. Esta actitud frente al dolor revela una ética de la fragilidad: no se trata de vencer la herida, sino de seguir siendo uno mismo a pesar de ella. Siendo brutalmente sinceros, todos llevamos heridas en nuestro interior; algunas son recientes, otras tienen un tiempo de antigüedad y otras las hemos acarreado inconscientemente en nuestra historia de vida, pero lo cierto es que nos guste o no, como seres humanos creamos mecanismos de defensas que nos protegen de ser ahogados por un inmenso y bravo mar que nos acecha cuando nos descuidamos por un segundo. Aprendemos a vivir con estas heridas, con estas marcas, porque poco a poco se convierten en una parte de nosotros que no podemos negar simplemente por el mero hecho de ser dolorosas o vergonzosas.

En la poesía de Gil, el silencio no es vacío ni resignación ni mucho menos es un símbolo de rendición o debilidad, es un espacio de reflexión, un lugar seguro donde la fragilidad puede hablar sin ser aplastada por el ruido exterior, por las máscaras silenciosas que usamos para disfrazar nuestro dolor con resiliencia. En uno de sus poemas más emblemáticos escribe:

Mi silencio no es cobardía: / es el único lugar / donde aún me reconozco” (Gil, 1947, p. 39).

Y con este verso, el autor nos muestra cómo la fragilidad bajo este contexto se opone a la violencia de las ideologías impuestas de ese siglo e incluso del nuestro, donde nuestra generación supone que debemos ventilar todos nuestros problemas por las redes sociales para ser ¨transparentes¨ con los demás, pero lo cierto es, que la transparencia transcurre en la soledad, en compañía de nosotros mismos, en quién soy cuando nadie me ve.

Para concluir, otra cara de la fragilidad en Poemas del incurable es la memoria, no como nostalgia paralizante, sino como acto ético. El poeta no quiere olvidar, aunque sepa que el recuerdo duele:

El recuerdo pesa, sí, / pero es lo único que me queda / para saber quién fui” (Gil, 1947, p. 45).

En tiempos de represión, recordar es resistir. La fragilidad no es sinónimo de debilidad, sino de una forma profunda de fortaleza silenciosa. Recordar, escribir, pensar: son las armas del alma frágil que se niega a desaparecer.

Siempre me ha llamado la atención cómo la vida de un autor influye tanto en su obra, ¿Recuerdan esa frase del inicio? Notar el sufrimiento, la vulnerabilidad y la humildad con la que Ildefonso Manuel Gil escribe esta obra me llena de tanto asombro, de tanta admiración

porque la realidad es que un poeta no puede ser poeta si no se ha quebrado por lo menos una sola vez en su vida y la fragilidad no es fragilidad si no encuentra algo de apariencia dura que puede ser quebrado. La vida de este autor nos enseña que en un mundo que premia la fuerza y desprecia la debilidad, es vital que recordemos que la dignidad también habita en la fragilidad, y que los versos más verdaderos nacen de heridas que no se cierran.

Referencias
Gil, I. M. (1947). Poemas del incurable. Ediciones Ínsula.
Real Academia de la Historia. (n.d.). Ildefonso Manuel Gil. Diccionario Biográfico Español. https://dbe.rah.es/biografias/11054/ildefonso-manuel-gil
Gran Enciclopedia Aragonesa. (n.d.). Ildefonso Manuel Gil. https://www.enciclopedia-aragonesa.com_

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La autora es estudiante de la Licenciatura en Letras Puras en la Universidad Autónoma de Santo Domingo.

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1 comment

Francisco Zapata julio 9, 2025 - 2:43 pm

Estoy muy orgulloso de ti Emely <3

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