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Doña Bárbara, de Rómulo Gallegos

by Redacción

Por Mariam Martínez

Doña Bárbara, publicada por primera vez en 1929, fue una obra escrita por Rómulo Gallegos;  la misma se convirtió en un referente de la literatura hispanoamericana. Gallegos, uno de los  máximos exponentes del siglo XX en el realismo venezolano, creó una trama que, más allá del  contexto histórico de ese momento, sigue siendo popular en la actualidad. Desde mi óptica, la  novela Doña Bárbara nos transporta varios años atrás para mostrarnos el diario vivir de un  venezolano campesino oprimido por alguien que no deja avanzar y prosperar a su pueblo. A  pesar de esto, Gallegos no solo retrata una sociedad que intenta avanzar, sino que también  reflexiona sobre temas universales como la corrupción, opresión y la libertad.

La opresión o la tiranía es algo que, tristemente, es recurrente en la historia de muchos países latinoamericanos. Doña Bárbara, transformada por el ansia del poder, que nubla su juicio, busca  controlar todo a su alrededor, pues su pasado, en el que la inocencia la hizo presa fácil, la impulsa  a borrar, a cualquier costo, todo rastro de vulnerabilidad. Lo anterior se vislumbra en el siguiente  fragmento de la novela: «tampoco le consentía ternezas ni nada que pudiese ponerla en  condiciones de inferioridad» (p. 29). Todo esto la hace imponerse a cualquier persona y ley para,  con su dominio, evitar repetir esa traumática experiencia. La maldad y ambición de los hombres  de su pasado hacen que su tiranía sea un reflejo, o reacción, a la opresión que sufrió. Esto se  puede notar en lo siguiente: «Habían logrado aplacar la sombría tormenta de su corazón: un  ceño duro y tenaz le surcaba la frente, un fuego maligno le brillaba en los ojos. Ya, sólo rencores podía abrigar su pecho» (p. 16).

Desde las primeras páginas queda claro que doña Bárbara es una mujer que, valiéndose de su posición, riqueza e influencia, domina y manipula todo lo que la rodea. Su figura, controladora e imponente, se proyecta como un personaje repleto de poder y opresora de su pueblo. Según  Gallegos (1929) «dicen que es una mujer terrible, capitana de una pandilla de bandoleros, encargados de asesinar a mansalva a cuantos intenten oponerse a sus designios» (p. 05).

Esta novela evidencia cómo la corrupción destruye los cimientos de una nación y limita su desarrollo, perjudicando a una mayoría y, en consecuencia, beneficiando a otros pocos. El  mensaje de esta novela sigue siendo relevante actualmente; este nos invita a reflexionar sobre las consecuencias de la corrupción y lo esencial que es afrontarla. Según explica González (2023):

Lo cierto es que el abuso de poder, las vías de hecho, la mala administración, la corrupción, el despotismo y el tráfico de influencias, antes y ahora, representan una violación flagrante a los derechos humanos y están directamente relacionadas con el ejercicio autoritario del poder y por supuesto tienen un impacto devastador sobre las instituciones jurídicas, sociales, políticas y económicas del país al exacerbar la desigualdad y la pobreza, pues desplazan el interés general de la población por el interés personal de los que ejercen el poder y de sus allegados (pp. 194-195).

Bárbara representa la suprema autoridad en esa región (Triviño, 2024). Luego de unos inicios humillantes, surge como una persona totalmente distinta. Según Triviño (2024), «Su belleza y poder siniestro atrae a los hombres, como Lorenzo Barquero, a quien despoja de sus tierras» (párr. 03). Al lograr dominar a los hombres, quienes eran los que comúnmente mandaban en ese entonces, ella se convierte en la dueña de toda tierra fructífera en esa región. Su ascensoal poder implica un cambio significativo en el orden establecido, contradiciendo las costumbres y desafiando las normas sociales de la época.

Entonces, conforme pasan los capítulos, es notable que a doña Bárbara solo le interesa adquirir  más poder y más riqueza. Básicamente, ella está en búsqueda de aumentar su propia ambición.  Algo relacionado lo podemos ver en el siguiente fragmento extraído de la novela:

Altamira, descuidada por su dueño en manos de administradores fácilmente sobornables, fue la presa predilecta de su ambición de dominio. Leguas y leguas diéronle los litigios, y entre uno y otro, el lindero de El Miedo iba metiéndose por tierras  altamireñas, mediante una simple mudanza de los postes, favorecida por la deliberada  imprecisión y obscuridad de los términos con que los jueces redactaban lassentencias y  por la complicidad de los mayordomos de Luzardo, que se hacían de la vista gorda  (Gallegos, 1929, p. 18).

El pueblo se encuentra en gran desventaja ante las artimañas de esta mujer y es lamentable que,  a pesar de haber sido escrita hace varios años, esta novela refleja la cruda realidad del presente,  donde un gobierno corrupto, al igual que doña Bárbara, enriquece a sus allegados y empobrece al pueblo, generando, frecuentemente, miedo y desesperación. Las leyes o cualquier cambio trascendental relacionado con la economía de un país, por desgracia, afecta, mayormente, a su población más grande, la cual es la que menos recursos posee. Algo similar explica Ramos (2018):

Antes de la llegada de Santos Luzardo a Altamira, prevalece en ese territorio la Ley del Llano, es decir, la hegemonía definida por doña Bárbara y aceptada por sus acólitos.  Esta hegemonía se basaba en una ley completamente arbitraria, hecha a la medida de  “la devoradora de hombres” e implementada a través de la violencia y del miedo (pp.  176-177).

Esto me hace entender que el contexto de la obra y su historia no se distancian de lo que sigue  ocurriendo en varios países latinoamericanos, sino que esas situaciones evolucionan,  cambiando solo a sus personajes. Es sorprendente cómo, al leer una obra de hace más de 50 años, encontramos semejanzas en nuestro contexto sociocultural de hoy día, demostrando que, aunque el tiempo pase, los problemas fundamentales de la humanidad persisten. Aunque creemos que avanzamos, esto no sucede en su totalidad.

En suma, Doña Bárbara es una obra atemporal, porque a pesar de ser publicada en 1929 sigue  siendo una obra relevante, por el hecho de que trata temas esenciales que se continúan percibiendo en la actual sociedad venezolana y en otras partes de Latinoamérica. La historia contada en Doña Bárbara nos demuestra cómo la desigualdad y la violencia pueden destruir a un ser humano, tanto que puede convertir a una víctima en opresora. Al leerla podemos reflexionar sobre cómo el pasado puede marcar nuestra vida: por esta razón es importante romper con todo círculo vicioso relacionado con la violación de los derechos humanos. Esta  novela, que sigue siendo leída con mucha frecuencia y que aún se estudia en varias partes del  mundo, es un testimonio de la riqueza, la importancia y la complejidad de la literatura  latinoamericana.

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