Después de pelear 10 años (1868-78) por la independencia de Cuba y volver hacerlo tres años más (1895-1898), a pesar de su edad avanzada, tras ser buscado en Montecristi por el mismo apóstol José Martí, el general en jefe del ejército libertador cubano enfrentó algunos momentos amargos en territorio de Cuba; pero los buenos cubanos y otros muchos dominicanos que también pelearon por Cuba supieron desagraviarlo y él supo agradecer esas expresiones de afecto, como se demuestra en esta breve misiva.*
Cuartel Gral. del Ejército
Señores
C. Armando Rodríguez
Osterman Lamarche Marchena
He recibido la mayor atenta carta de ustedes fechada el 15 del presente mes, y motivada por el acuerdo —que yo no califico— de la Asamblea y las manifestaciones que mis amigos realizaron en esa ciudad como elocuente prueba de afecto y consideración hacia mi persona. Si hubo ofensa, el desagravio ha sido mayor. Los hombres se ofuscan, luego, olvidándose de la alta justicia que debe presidir todas las acciones humanas si queremos hacer obra y que no turbe nuestra conciencia.
Los sucesos me indicarán las últimas resoluciones que deba tomar. No he escatimado nunca mi amor y mi servicio a esta tierra heroica; pero si las circunstancias lo exigen satisfaré, tal vez con cierta anterioridad, la aspiración suprema de mi alma: retirarme a un modesto rincón de nuestra tierra Dominicana a terminar el resto de mi vida que me queda al calor de mi hogar y de mis caras afecciones— sagrado donde no penetran las tormentas de la ambición.
Me es grato suscribirme de Uds., atentamente servidor, compatriota y amigo, General
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